martes, 4 de julio de 2017

"Misterio en el Castillo del Terror" de Robert Arthur

Amigos Lectores:

La cultura del pueblo que vio aquellos programas de "Alfred Hitchcock Presenta" hace que al encontrarnos el rostro de Hitchcock en la portada y luego las palabras "misterio", "castillo" y "terror" ya no se piense en lo que ha escrito el autor Robert Arthur y si en un intrincado thriller que posiblemente tenga un crimen.

Tengo que decir que no, no es un crónica sangrienta. Si hay el toque de thriller acostumbrado en aquello que Hitchcock nos presenta. Hay ese regusto de las películas en blanco y negro o la tensión de algunas en color.

La diferencia está en que por una parte tenemos una historia tipo Enid Blyton. Eso la hace cercana al público o al lector juvenil. Más a ello sigue como fuerza al alcance del lector, ese thriller social que brilla como el interesante afán de construir el misterio, el crimen y el delito.

Nos encontramos ese típico libro de biblioteca que nos enfrenta al silencio de nuestros compañeros de sala que sentados frente a sus ordenadores con cascos de última generación o negras gorras de rapero escriben y nos dejan ese acorde del silencio preciso para que la lectura de un libro com oeste se convierta en una comprometida lectura, en una lectura pactada entre su autor y creador, aquel que nos la presenta  y nosotros que dentro del consumismo literario actual nos implicamos en su lectura.

Ahora bien, mientras avanzamos en su lectura, en esa ficción que se nos presenta choca la idea que tenemos de terror con la idea del autor y la idea que se nos ha transmitido con el vínculo a Hitchcock, pasa como con la fantasía y Tolkien. Es, en se punto, cuando el lector percibe ese choque o fricción, cuando cobran importancia esos pasajes aparentemente menores, esos pasajes que suelen ser olvidados, y ellos nos dejan momentos impagables, increíbles y dignos del guión de una gran película, que seguro Hitchcock estaría encantado en realizar.

Recuerdo que alguien dijo una vez que si aquí en Galicia Carlos Casares era un coleccionista de historias, Alfred Hitchcock era un coleccionista de trilles, propios y ajenos cuyos personajes podían tener cualquier edad y pertenecer a cualquier clase social.

Creo que después de leer esta novela muchos posiblemente penséis de igual manera. Yo tres leerla aunque la he puesto junto a libros de Blyton creo que podría estar también junto a los de Arthur Conan Doyle o Erle Stanley Gardner. La razón es que tiene ese aura misteriosa especial que cuanto hay que escribir un comentario sobre la misma después cuesta horrores. Al menos, es lo que a mi me ha sucedido.

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